Y es que vengo de vivir por 3 años en Australia, de “probar suerte” en Suiza (material para otro posteo) y, después de irme de ambos lugares porque adentro mío no sentía la sensación de quedarme, llegué a España buscando un sentimiento de hogar y una energía que me abrace. Spoiler alert: aún no sucedió.
Aterricé en Málaga con muchas expectativas. Me habían hablado muy bien del lugar, que el sol, que la playa, que la gente, que la comida. No me gustó. El primer día caminando por sus calles, no sentí lo que había sentido en otras ciudades de España.
Había estado en el país hace casi 10 años, con una backpack y una (hoy muy gran) amiga. Recorrí sus dos ciudades principales, por supuesto, pero en ese entonces la sensación fue otra. Fue la primera vez en mi vida que solté el control y me guié por mis instintos. La primera vez que ignoré el excel de mi viaje para quedarme un tiempo más en un lugar donde había sentido algo especial, y para encontrarme con amigas que, en esas circunstancias, recién llegaban a Barcelona cuando yo me estaba yendo. Soltar el control es algo que mis guías me están pidiendo hace muchos, muchos años, y nunca les hago caso.
Entonces llegué a la costa dorada pero, al caminar por esas calles, nada fue lo que esperaba. No era el lugar turístico de en sueño que venía imaginando, era una ciudad en la que la gente vive a su rollo, y lo único que podía sentir era un nudo en el estómago al pensar que yo había elegido ese lugar para vivir.
Pero lo bueno de mi situación actual, es que nada es definitivo si yo no lo quiero así. Soy un árbol que no tiene raíces, y que las puede echar donde así lo sienta pero que, esta vez, se está tomando su tiempo. Otra cosa que nunca le permití a la vida: que se tome tu tiempo. Llegar a Europa me está enseñando que nada funciona de un día para el otro (como sí lo viví en Australia), porque la gente vive con más calma. Que el café no se enfría si lo tomás despacio, que la vida es hoy, pero también es mañana, y la semana que viene.
Pero por sobre todo, esta experiencia me está enseñando a sentir con mi cuerpo qué sí y qué no. Y creo que me puedo acostumbrar a eso.
Gracias por leer mi capítulo I. No sé con qué frecuencia seguiré escribiendo, pero será en mi (próximamente renovado) sitio web.
Hasta el próximo encuentro,
Lou.